jueves, 30 de enero de 2014

Olé la decencia poética, Luis. Como manchega y como ser humano, gracias.

Castilla-La Manchada

por Luis Gracía Montero

30 ene 2014



      La inmoralidad no sólo requiere pasiones. No basta sólo con entender los impulsos del hambre, el miedo, la avaricia, el egoísmo o la crueldad. El inmoral necesita también establecer negociaciones con su propia conciencia y asumir una determinada filosofía de la vida. Convivimos con nuestras debilidades o nuestros crímenes gracias a una explicación lógica del mal. La racionalidad es tan necesaria como la irracionalidad para obrar de manera indecente.
La literatura picaresca nos ha enseñado mil argucias frente a la ley. El joven Lazarillo de Tormes tardó poco en aprender que el hambre es la gran maestra de la vida. Pero su conversión en un pícaro no se debió sólo a la necesidad de sobrevivir, sino también al desprecio de la realidad oficial. Descubrió que los valores establecidos imperaban como mentiras grandilocuentes en la sociedad para encubrir la injusticia. Detrás de la nobleza y el respeto a los códigos del honor y de la Iglesia, no había más que la basura de un mundo castigado.
La necesidad de sobrevivir no lo justifica todo. Hay gente que da su vida por amor o por defender su dignidad ante las humillaciones y las agresiones de un enemigo poderoso. El pícaro rompe con la legalidad porque necesita comer, pero también porque descubre que la ley no merece confianza, que la religión es una farsa y el honor de la nobleza un chiste.
Hemos sufrido en España una época en la que los gobernantes y los banqueros han dado un espectáculo que puede definirse como la picaresca de los ricos. Se trata de una verdadera picaresca de delitos, mentiras y argucias ridículas. Pero necesita también una filosofía. Deben tenerse en cuenta, por supuesto, la avaricia, el egoísmo y la crueldad. Hay mucho de estas pasiones en una política destinada a generar desigualdades y acumular riquezas en pocas manos a través del empobrecimiento general de la sociedad. ¿Pero cómo conviven los poderosos con su mal? ¿Cómo justifican su proceder para soportar los espejos de sus casas?
María Dolores de Cospedal siguió soportándose a sí misma después de sus explicaciones sonrojantes, propias de un pícaro descubierto con las manos en la masa, sobre los vínculos laborales y económicos “en diferido” de su partido con el tesorero Bárcenas. ¿Cuál será su filosofía? Supongo que la misma con la que se sienta a dirigir el PP y el gobierno de Castilla-La Mancha, esa ética labrada que le hace asumir con naturalidad los casos de corrupción que no pueden deberse a la avaricia de una sola persona, sino a un modo general de mezclar las concesiones públicas y los negocios.
Será también la filosofía con la que acepta las vinculaciones de Ignacio López del Hierro, su marido, con Liberbank, la entidad financiera que absorbió Caja Castilla-La Mancha y recibió más de 1806 millones de las ayudas que el Estado destinó a la recapitalización de la Banca. El sindicato CC.OO puso una querella contra Liberbank por pagar a López del Hierro 7.000 euros al mes en concepto de “no hacer nada”. Picaresca: la entidad registró el contrato en 2013, pocos días antes de que saliera a la luz el escándalo. Pero la documentación que se encuentra ahora en la fiscalía parece demostrar que recibía el sueldo, por lo bajinis, de forma no registrada, desde 2011.
Ya dirá el juez si hay delito. Nosotros podemos decir ahora que esta picaresca de los negocios, los gobernantes y los bancos es una vergüenza, un dolor que nos mancha a todos. No puede soportarse tanto deshonor, mientras vemos que se despide a cientos de funcionarios, se degradan la sanidad y la educación pública y se extiende la miseria entre los ciudadanos. Si don Miguel de Cervantes hizo de La Mancha el territorio del idioma, el PP de Cospedal ha convertido a Castilla-La Manchada en una metáfora de España.
Podemos intuir la conversaciones de este matrimonio. La picaresca de los ricos se basa en una filosofía antidemocrática. Mira, cariño, el parlamento, la dignidad política y las urnas son un juego infantil, un entretenimiento inocente. Donde de verdad se decide la historia es en los despachos, los negocios y las conspiraciones.
Uno tiene la impresión de que, en esta lógica, las disputas partidistas que afloran en el PP son en realidad una lucha por el reparto geográfico de la corrupción. Y no se avergüenzan porque no lo entienden como un proceder indecente, sino como la lógica de la historia real, la verdad de un mundo en la que el hombre es un lobo para el hombre y un buen negociante para su mujer y sus hijos.
Ellos y ellas son buenas personas, gente honrada, pero se comportan con el código secreto de los mayores. No es que sean malos, es que saben que los Reyes Magos son los padres y la democracia una mentira más del oro, el incienso y la mirra. Mienten sin culpa, como una madre que le dice a su hijo que si no come vendrá el hombre del saco, o como una viuda que le explica a su hija que papá ha salido de viaje para visitar a Dios.
Crecer es una responsabilidad de los ciudadanos. Si permiten el deshonor y la degradación en su comunidad, aceptan la mentira como forma de vida.

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