viernes, 17 de enero de 2014

La profecía de Mariano

por Juan Torres López

17 ene 2014



El engañabobos anterior fue el de los brotes verdes. Ahora, Mariano Rajoy utiliza un tono mucho más poético y habla de “un mañana colmado de días azules y soleados”.
Puede ser que la jugada le salga bien a muy corto plazo pero me parece inevitable que deje de ser efectiva y se vuelva contra todos más pronto que tarde.
Lo que está haciendo el gobierno de la mano de los grandes grupos económicos y del sector bancario más fuerte (preocupados por los efectos que podría tener una catástrofe electoral de los dos partidos mayoritarios en las próximas elecciones europeas) es lanzar a los cuatro vientos una profecía con el fin de que se autocumpla en alguna medida y lo más rápidamente posible. Un viejo truco.
Al afirmar a bombo y platillo que todo está cambiando, que salimos de la crisis, que las empresas mejoran y que volverá a crearse empleo tratan de generar convicción y suficiente confianza como para que el dinero vuelva a circular, para que aumente el consumo privado, aflore algo de crédito y se produzca inversión adicional a la que se viene dando en alguna zona vinculada a la compra de activos inmobiliarios por parte de capitales y fondos de inversión extranjeros.
Desde que comenzó la operación se ha podido observar, incluso a simple vista, que ha tenido éxito y que ha traído consigo cierta recuperación de la actividad, aunque no es posible todavía confirmarla estadísticamente, ni globalmente ni a través de indicadores concretos sobre ventas o empleo.
Sin embargo, aunque así se produzca una cierta reactivación de la actividad es muy improbable por no decir que imposible que esta mejoría (si es que realmente se está produciendo y no es más que un simple espejismo) se consolide a medio plazo y suponga una recuperación efectiva de la economía española, por varias razones principales.
En primer lugar, porque, lejos de lo que falsamente dice Rajoy, su gobierno no solo no ha conseguido ningún tipo de consolidación fiscal sino que la deuda ha aumentado bajo su mandato hasta batir récords históricos. Y va a seguir aumentando por muchos que sean los recortes que siga realizando su gobierno puesto que lo que alimenta la deuda son los intereses y la caída en la actividad que producen esos mismos recortes. Se mire por donde se mire, el volumen que ha alcanzado nuestro endeudamiento público y privado es materialmente impagable, de modo que no se va a poder evitar un colapso antes o después, que obligue a algún tipo de reestructuración, lo que estará vinculado a una perturbación bastante considerable en todos los sentidos.
En segundo lugar, porque es falso que se haya resuelto el problema bancario. La inmensa mayoría de nuestras entidades, y no solo antiguas cajas de ahorros, se situarían en una situación de clara insolvencia a poco que sus balances se valorasen sin la generosidad con que se trata de ocultar miles de millones en activos depreciados o créditos incobrables y, por tanto, no se va a producir a corto ni a medio plazo las necesaria recuperación del crédito.
Además, la ausencia de las reformas financieras a nivel internacional va a provocar pronto nuevas oleadas de crisis bancarias y estallidos de burbujas asociadas a un continuado y explosivo aumento de la deuda en todo el mundo y España no podrá salir ilesa de ello.
En tercer lugar, porque el gobierno no ha puesto en marcha ningún tipo de medida que pueda proporcionar nuevos motores para “tirar” de la economía española y es una ingenuidad grandísima pensar que la construcción podrá hacerlo de nuevo o que la economía se reactivará suficientemente sola, sin locomotoras.
En cuarto lugar, porque es falso que se esté recuperando el empleo, dado que lo que ocurre en el mercado de trabajo es una creciente pérdida de puestos de trabajo y la disminución de la población activa, bien por salida de inmigrantes o por desánimo ante la falta de expectativas. Y la consolidación de un modelo de empleo aún más precario y con salarios más reducidos, lejos de ser la fórmula para salir de la crisis se va a convertir en la fuente de una actividad global cada vez más deprimida.
En quinto lugar, porque, como están poniendo de relieve diversos informes, confiar en la demanda externa para tirar de la economía, como insiste el gobierno, es muy arriesgado como estrategia a medio plazo porque todos los datos advierten de una caída notable del comercio a escala internacional. Una caída que será aún más notable en Europa como resultado de las políticas de austeridad que aquí se vienen realizando.
Finalmente, porque la devaluación salarial, el incremento impresionante de la desigualdad y la agresión continua a los derechos sociales va a producir, por muy contundente que sea su criminalización, respuestas sociales que van a provocar un deterioro continuado del clima social en el que va a ser muy difícil que se consolide una recuperación efectiva y prolongada de la economía.
En fin, puede ser que la insistencia en difundir la profecía haga cambiar la actitud de la población y que la confianza así adquirida, la inicial pérdida del miedo que en estos años ha atenazado a la población, permita dar una imagen de mejora económica, o incluso producir una mejoría efectiva. Pero esta será sin lugar a dudas leve y de corto alcance porque no se dispone de ni uno solo de los elementos que pueden sostenerla con cierta consistencia.
No es casualidad que el gobierno español y las instituciones que ahora tratan de convencernos de que salimos del túnel y de que vienen días azules y soleados sean precisamente las que más se han equivocado en los últimos años haciendo predicciones. Ahora van a volver a equivocarse de nuevo y se demostrará lamentablemente que sus predicciones una vez más son erradas. Algo lógico que ocurra cuando solo se establecen para facilitar la puesta en marcha de las reformas que interesan a los grandes grupos de poder económico y financiero como si fuesen los remedios efectivos contra la crisis.
Por mucho que se empeñe don Mariano y los suyos, del hoyo no se sale tirándose de los pelos. Los que están saliendo de la crisis con las políticas que aplica el gobierno de Rajoy son los de siempre que se empeñan en que otra vez comulguemos con ruedas de molino.
Para salir de la situación en la que se encuentra la economía española hacen falta otro tipo de estrategias que pasan, antes que nada, por aumentar la capacidad de gasto y la demanda efectiva y por recuperar la financiación, poniendo al mismo tiempo en marcha nuevas formas de actividad y motores endógenos para crear riqueza y empleo. Lo que podría conseguir con una reestructuración de la deuda, con nacionalizaciones bancarias, reformas fiscales y con políticas que regeneren la actividad industrial a partir de nuestro mercado interno. Y todo ello con el euro, si colabora, o sin él, o con una moneda complementaria como paso intermedio.

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