martes, 7 de enero de 2014

La casa del Estado, como todas, se empieza por los cimientos

 
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Así apunta 2014

EL PAÍS

Lo mismo Iñaki en su lucidez advierte sobre las fisuras entre las realidades que nos aturden en este momento caótico. 

El juez ha imputado a la ciudadana Cristina de Borbón, que no es ofenderla sino simplemente citarla para que aclare lo que hay. Y si es inocente no pasará nada. ¿Por qué temer a la ley si no se ha hecho nada delictivo? Al contrario, estando bajo sospecha y siendo inocente, es un alivio poder decir la verdad ante los tribunales y que se sepa y se haga justicia. ¿No es igual para todos? Pues eso. Y si las fiscalías enredan suciamente hasta aniquilar la decisión del Juez, veremos como se acaba por desmigar del todo el Poder Judicial, que es el único pilar del Estado de Derecho -y no de derecha ni de izquierda, como debería ser- que medio resiste en pie todavía en España.  Mucho se juegan el pp, el Gobierno y la casa real si intervienen, una vez más -Caso Gürtel , caso Bárcenas y caso Blesa dicunt- para que la imputación se anule o las pruebas se manipulen. Callen intrigas y hable la Ley sin manipular. O la marca España se acabará de hundir en el más repulsivo de los fangos y lodazales.

 

 

Peridis

Creo que esta viñeta de Peridis en El País de hoy, con aire zarzuelero popular, resume perfectamente el principal problema de España. Cuando los cimientos del Estado hace muchos años que van al taller y no saben a qué van y cuando demuestran saberlo es peor todavía, porque van a saco esquilmando a los ciudadanos, cargándose sus derechos y libertades y la economía, dando palos de ciego sin ton ni son, y, entre col y col, montando negocio con todo lo que piratean, chanchullean y afanan en esa comandita corporativista del 'hoy por ti, mañana por mí', puede que de verdad, de verdad de la buena y de la peor, -por el lado que nos toca soportar a los ciudadanos-, el Estado esté hecho puré.  Y si el "Estado somos todos", como rezan los cánones, todos estamos por los suelos del malestar profundo, de la enfermedad institucional ya crónica y degenerativa. 

Cataluña es el síntoma más escandaloso y llamativo, pero no el más grave, que es la corrupción moral y mortal en la que sobremuere la justicia social, la base todo Estado de Derecho que se atenga a tal denominación de origen. La absoluta falta de ética que deriva en bloqueo intelectivo o tal vez sea al revés: la incapacidad y bloqueo intelectivos lo que deriva en absoluta nulidad para ser éticos. Es una pringue cognitiva, una res extensa, ya institucionalizada, de mediocridad contagiosa incapaz de atar cabos y de coordinar causas y efectos, un tejido desgastado y tóxico. 

La crisis de los mercados no ha sido la causa de este estado de decrepitud, como han creído hasta ahora nuestros maravillosos gobiernos bipolares en apariencia y unánimes en realidad y resultados, sino la situación que ha hecho posible percibir cómo estamos y adónde se ha llegado cayendo por el  tobogán demente e irresponsable de  ese construir la casa por el tejado de las burbujas de todo. De la improvisación, de la superficialidad chapucera, del derroche en bobadas y la tacañería en lo fundamental, del culto a la apariencia en un constante 'así es, si así os parece', o más bien, 'así es, si así interesa y renta que parezca'. 

El problema no es que falla la economía, la gestión de las autonomías o el afán secesionista de Cataluña. El problema es que no hay fundamentos lúcidos ni éticos para gestionarse en común y que sólo se conoce la táctica personal e 'ideológica' del sálvese quién pueda, tanto en las finanzas como en el Parlamento como en los partidos o en la Jefatura del Estado. Que tenemos delante una ruina ingente y no disponemos de herramientas ni de criterios instucionales para acometer la reforma del edificio ruinoso que amenaza con derrumbarse sobre sus habitantes, lleno de grietas enormes, muros cuarteados, escombros, derrumbes, vigas por los suelos y suelos levantados por el abandono y la desidia, puertas que no cierran, ventanas arrancadas, escaleras rotas y sin barandillas...tejados que  el viento se lleva y basuras por todas partes que, por más que se recogen, se reproducen...

Esta situación  es la misma del año 1936, entonces era una república, hoy es una monarquía, siempre con la oligocracia de fondo metiendo cizaña, agresividad, amenaza y miedo, pero, por fortuna evolutiva hay un factor distinto: los ciudadanos despiertos y despertándose. La excelencia ciudadana, que, por primera vez en nuestra historia, no está hecha de un héroe, de un caudillo visionario que soluciona todo y asume los plenos poderes, sino constituida por la COMUNIDAD de vecinos, de calle, de barrio, de municipio, de ideas y de justicia lógica y humanitaria. La capacidad y la sensatez con que están aprendiendo a solucionar y a resolver en asociaciones, plataformas e iniciativas populares lo que la parte gestora del Estado no es capaz de ver, ni asumir ni solucionar. En vez de una revolución a lo bestia, de cortar cabezas y montar la de Sanquintín, como ha venido siendo el círculo vicioso de las luchas sociales, esta vez, no es así. 

La inmensa mayoría es noviolenta y muy capaz de transformar la indignación justísima y legítima en creatividad y bien común. En ideas brillantes que no son un invento de nadie sino que nacen del colectivo, sin que el ego del primero que las ha propuesto las reivindique como propias y quiera cobrar por ello, se debaten y se acuerdan en consenso. Representantes voluntarios y elegidos entre todos las gestionan. Y son un éxito organizativo, no improvisado como hace este gobierno e hizo el anterior, y con un poder natural y limpio que nada empaña ni deja sin efecto, porque además funcionan con fundamentos legales, se informan y se asesoran mientras deciden y acuerdan. 

Eso es lo que está sucediendo en realidad. Que hay un Estado-ficción muerto, fiambre, ruinoso, estéril e ineficaz, con instituciones caducas que se mantienen de impuestos cada vez más gravosos y hay un Estado paralelo en crecimiento orgánico, vivo, flexible, imaginativo, solidario y generoso, más por inteligencia ética y práctica, que por "virtud" moralista impuesta, capaz de solucionar lo que la vida trae cada día. Ese compartir gestor y eficaz no ha nacido de las ideologías sino de la praxis y la necesidad y está dando lugar al nacimiento de una escuela social donde todos aprenden de todos, donde consenso y respeto son la base, donde no hay "especialistas" en "clase política", sino democracia en estado puro. Un pueblo que se civiliza se convierte en ciudadanía y una ciudadanía que se autoconciencia de tal condición es una democracia en todo su esplendor. Nada de caos ni de revanchas contra nadie, el consenso es tal que todo se normaliza por sí mismo; la vida de cada día lo hace posible porque no se gobierna desde los papeles ni desde requetevicesubsecretarías adjuntas y subrogadas, dependientes de ministerios en las nubes pero cobrando en la tierra a tutiplén. 

Los ciudadanos a través de los problemas que está generando el Estado tradicional van descubriendo que el civismo ético es la mejor de las soluciones y el mejor caldo de cultivo político-social-ecomómico. Y que tener menos dinero no es tan grave si se tienen recursos humanos en marcha cooperativa y la buena disposición para construir el bien común desde lo pequeño a lo grande, al contrario de como se está gobernando con los parámetros obsoletos, que es realidad el bien de todos, algo mucho más gratificante que el enriquecimiento personal a costa del empobrecimiento general, que no favorece tampoco a los ricos, porque al fin se quedan sin mercado que les compre sus productos, miles de casas lujosas vacías deteriorándose y devaluándose sin estrenar, empresas arruinadoras en beneficio propio como Sacyr en Panamá, a la que ahora el Gobierno español deberá sacar del pozo con dinero público, negocios que cierran, vehículos incomprables, todo cerrado por defunción económica, mientras el Gobierno amnistía y subvenciona el chorizamen patrio y hace una tómbola benéfica entre mafias mercantiles chinas y rusas...Es la muerte de la economía por avaricia del mismo capital como único objeto de deseo, que tanto se ambiciona poseer. Vivir como pirañas histéricas arañando el pastón y el poder que da, detrás del engañoso botín o del mal rato para  morir miserablemente bloqueados por un atracón oligopólico. Como el Golum en el Señor de los Anillos, que, por cierto, tanto recuerda la imagen del ministro de Hacienda... (¿será porque nada es casual sino causal?)

Si se mira el caos desastroso del actual gobierno, la ineficiencia de las instituciones y la indefensión en que éstas, tan mal gestionadas y corrompidas,  han sumido a los ciudadanos en un estado ignominioso, la visión del momento es pésima, sin esperanza ni optimismo posibles, -porque ese mundo protésico y ortopédico, que su malestad ayer hizo presente con una contundencia gráfica total,  se está desmoronando -afortunadamente- pero si se mira con más perspectiva y más cerca de la base que de las cúpulas a punto de derrumbe, sí que hay esperanza y logros, sí que hay salidas y horizontes nuevos que construir. Y ya están en marcha. Nada los detendrá porque la fuerza de la evolución imparable los acompaña, los cohesiona y los fortalece. Se aprovechará el estiércol entrópico de lo podrido para abonar la tierra cansada y asolada. Y en una bifurcación irreversible, como apunta la tesis del Nobel de Fśisica Ilya Prygogine, otra forma social nueva -ya está en ello- irá sustituyendo suavemente, aunque con dolor para los que se han acostumbrado a vivir de ella, a la vieja y agotada estructura estatal y social. Económica, mental-emotiva y cultural. 

Ahora los gobernantes actuales pero sin actualizarse, tienen la responsabilidad de elegir entre el agotamiento suicida a lo Numancia y hacer desaparecer el Estado de Derecho y su propia opción como partido a base de decretos fuera de tiesto democrático y obediencias impresentables o bien acordar hasta el fin de la legislatura un gobierno de consenso, de escucha social a las plataformas, mareas e iniciativas legislativas populares, de un gran pacto social eficaz para acabar con el caos y si eso no fuera posible, convocar un referendum sobre el modelo de Estado y con el resultado, disolver Cortes y convocar urnas legislativas.

Ahora, ante la catalepsia de los gobernantes e instituciones de lo viejo, el dilema es que los ciudadanos elijan entre mantener más tiempo el tinglado y el sufrimiento entrópico que conlleva o, en resistencia pacífica y desobediencia civil con objeción de conciencia al sercicio del bien común, trabajar al margen de él y construir el mundo nuevo que ya merecen en justicia. Como Gandhi, Luther King o Mandela pusieron en marcha, sólo que esta vez, el Maestro y Lider, es el ciudadano asociado y solidario, mediante representantes elegidos directamente y sin tramas de partidos ni redes interesadas en el poder de por medio. Otro taller al que acudir sabiendo de buena ley a lo que se va. 

Habrá que desarrollar  un filtro personal acertado para detectar la propaganda y su engaño mediático, para que las mentiras oficiales, las encuestas del CIS y sus parafernalias triunfalistas y fantasiosas, no nos obnubilen el sentido lógico de orientación hacia la liberación de tabúes convenencieros y para que los talibanes ideológicos de los dos bandos en pugna sempiterna, que predican los mismos métodos con distintos colores y emblemas no nos vuelvan a vender la misma cabra de siempre.

Es muy elocuente que ante el nuevo año, su malestad haya asumido entre muletas el temblor inseguro por la mala visión y la torpe palabra, el miedo al futuro y la minusvalía del viejo orden estatal y que  Angela Merkel se haya roto la pelvis deslizándose por la nieve helada de un mundo sin alma ni misericordia. Sus mundos. Los de ambos. No el nuestro; aunque todavía parezcan el mismo, ya no lo son. 

 

Forges

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