miércoles, 22 de enero de 2014

Espléndida reflexión de Paulo Coelho que aplicada al cambio social de mentalidad y hábitos viene de perlas



Lo vemos diariamente. Las crisis son  maestras implacables. Los deberes son obligatorios, sí o sí. Y esos 'deberes' son los problemas y dificultades a resolver. Negarse a hacerlos es acumular tarea que al final se amontona en el caos y en las prisas de última hora, cuando llega el tren definitivo y nos pilla con el equipaje a medias o a ningunas. 
Por eso lo más sano y gozoso es aprender a liberarse cada día de algo plúmbeo y sin sentido. Como de las hierbas parásitas que eliminas del huerto o de las macetas en tu balcón. O por lo menos a tomar conciencia de que hay en nosotros un "algo" de lo que liberarnos porque nos bloquea, porque nos aprisiona, porque nos encanija, porque nos enferma y nos frustra, nos ciega y al final, nos aliena, nos rompe y nos mata por dentro. Y no es cosa de otros, ni son cadenas físicas, no son baúles ni bloques de hormigón. Son pensamientos. Son costumbres. Hábitos rutinarios y callados. Nada tangible. Nadie nos los ha impuesto. Son made in my self. Obra nuestra exclusivamente. Hasta las imposiciones más férreas necesitan de nuestro consentimiento interno  y libre para asentarse en la base de nuestro sistema racional-emotivo, en nuestra voluntad, en nuestros corazones y en nuestras almas. En nuestro comportamiento. Generalmente los apegos enfermos no hacen ruido sino que se "pegan" como un chicle, pero si no los detectamos y no los conseguimos despegar, se convertirán en un tatuaje indeleble que nos marcará para siempre como posesiones de la inercia, que es el vitriolo que disuelve la libertad y la autonomía de nuestra conciencia. El tesoro más valioso a que podemos aspirar y la carta de identidad humana con vistas a divina. O sea, humana evolucionante. Dinámica. Fresca. Viva.

Si miramos nuestra sociedad actual, la sociedad española, podremos comprender muy bien lo que ha significado no cerrar puertas a tiempo y no hacer una transición real, enterrando a los muertos fantasmales e incinerando las momias tóxicas de hábitos e inercias marcados por  el  fatum, esa fatalidad histórica que es el drama rutinario  de la repetición por costumbre de aquello que nos enferma, como la droga, el tabaco o el acohol como adicción. O la monarquía como "estabilidad" para súbditos sempiternos que no acaban de situarse como ciudadanía libre y autónoma.
No se trata de una ruptura como venganza ni como pataleta,  sino como un derecho a la salud cívica, a la dignidad y a la pedagogía de la memoria saneada. Una liberación más allá de enganches y dependencias culturales y esclavizantes. Como son ideologías y religiones convertidas en enfermedad social e individual. Una enfermedad gestora, política y económica, que enferma corrompiendo. Como es esa idea teatral de "democracia" que hemos estado malviviendo  y soportando , porque no conocíamos algo mejor ni teníamos referentes en toda nuestra historia, hasta que la crisis  ha venido a poner las cartas boca arriba y a abrir nuestros ojos. Ahora lo sabemos: le llaman democracia y no lo es, oé, oé, como cantamos en las manis. Por eso hemos descubierto el verbo empoderarse. Un reflexivo. Hacerse  lícitamente con la responsabilidad que toca asumir en derechos, deberes y acciones siempre noviolentas y justas, asertivas, dialógicas y abiertas a cualquier idea que mejore a todos, sabiendo que política se llama de verdad a la convivencia en la Polis, que no es una profesión para lucrarse y medrar sino un servicio concreto y temporal, representativo por encargo y contrato "comicial" (de comicios=elecciones) nada de comercial, como parece haberse entendido por gran parte de la representación de a-marras. 
Para los españoles ese descubrimiento sobre la marcha, está resultando un verdadero despertar a un plano de conciencia absolutamente desconocido hasta hoy. Ya no nos valen las monsergas de shiempre. Ni los talibanes del dinero ni los ayatolás del "partido" como tirano omnipotente, omnisciente, controlador y excomulgador de todo aquello que no da votos y poder absoluto para hacer del escaño una agencia de colocaciones y prebendas vitalicias, ya sean azules o rojos. Nos hemos dado cuenta de que el violeta nos favorece más y de que en plataformas e iniciativas constituyentes y legislativas es mucho más fácil y barato organizar un país. 
Por eso este modelo de Estado decrépito y sobeteado se nos ha quedado enano. Y nos resulta ya imposible ser gobernados por elementos de un orden más primitivo y picaresco, tanto, que intelectual y éticamente, -como humanos en general-, se nos han quedado por los suelos. Al perder en la practica de gobierno su función humanitaria y ética, hasta los que tenían orientación teórica hacia el bien común la han perdido totalmente, al mismo tiempo y como consecuencia, han perdido también la credibilidad, el respeto y la consideración que nos podían merecer como gestores de lo público, que se han empeñado en privatizar para sacar beneficios y asegurarse el chollo cuando abandonan los escaños y cargos representativos.  Se han convertido en un lastre asfixiante, algo a sí como aquel cruel "hijo tonto" con que antaño se denominaba lo que hacía gastar una fortuna para obtener resultados penosos. Ahora mismo estamos manteniendo a miles de "hijos tontos" como parlamentarios, ministros, presidentes de todo, consejeros, asesores, alcaldes, concejales, secretarios, subsecreatrios y enchufados de toda condición, calatravesca o blesil, o urdangariano-infantoide, que además de llevárselo crudo en grande también ejercen en detall y nos pasan sus facturas de la frutería, de sus viajes de picos pardos y cenas amistosas, de la lencería fina Women'Secret y las camisas de Brummel, de la gasolinera o de Carrefour. Pero ya la cosa empieza a no colar. Y apesta cosa mala. 
Por todo eso y mucho más, la mayoría absolutísima de los españoles -basta con preguntarles y no alterar las respuestas- está completamente de acuerdo con este precioso texto de Paulo Coelho: Hay que soltar lastres, cerrar puertas que sólo conducen a la ruina de todos, romper sin miedo ni apegos enfermizos alianzas dañinas, relaciones "políticas" desastrosas y parásitas, abandonar conceptos de estado-depredador y privatizador de la desvergüenza, para refundar la sociedad que queremos y necesitamos: transparente, honesta, trabajadora, sencilla, renovable y alternativa, flexible, asamblearia, comprometida, co-responsable, empoderada de sus derechos-deberes, compasiva y solidaria, creativa y optimista, con corazón inteligente y sensibilidad hacia sus conciudadanos y hacia el dolor de la injusticia contra cualquier ciudadano del Planeta, empezando por los más humillados y olvidados por este monstruoso montaje que se ha dado en llamar "Occidente civilizado" a base de expoliar al resto de la humanidad.

Tenemos tanto que hacer. Tanto que cambiar y tanto que inventar, que ya no nos queda tiempo ni ganas de seguir manteniendo el tinglado de la ruina. Por eso, como en aquella Fuenteovejuna de Lope de Vega, todos somos las mareas, las plataformas, Gamonal, Cataluña, Baleares, los diputados "bordes" del PSC, las víctimas del accidente del metro y de Cotino y Camps, las víctimas de las estafas bancarias, los parados, los recortados, los desahuciados, los sin papeles, los golpeados, los dependientes sin atención, los viejitos que no tienen casa a la que volver desde el hospital, los chiquillos que aprenden a ver la cultura y lo que les ofrece el futuro desde escuelas-barracón, los jóvenes talentos emigrantes en busca de futuro, los que cenan y desayunan menú de contenedor, los estudiantes sin beca y sin trabajo, los "reformados laborales" con sueldo de miseria...y esa inundación de consiciencia y de salud cívica y práctica no tiene ni tendrá marcha atrás. Es más que nunca Palabra de Honor solidario en firme, en forma y en firmas. 
O eso, o la nada hueca de cualquier ppero sacamantecas o socialista apóstata y de la ONCE en turno de oficio, conjurados de Mordor con lo peor de cada casa entre rosario y novena a San Trinquiano bendito que en la banca estás escrito sin ERE y con finiquito. Amén y Vade retro, golfos del Imperio Trapisonda.






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