domingo, 5 de enero de 2014

Ay, poeta, qué razón tienes...

VERSO LIBRE

Mujeres bajo sospecha


Actualizada 04/01/2014 a las 17:15    
 
 
Veo por fin la exposición Mujeres bajo sospecha en la sede granadina de la Biblioteca de Andalucía. Basada en una colección de artículos que ha coordinado, con el mismo título, Raquel Osborne en la editorial Fundamentos, la exposición busca la memoria de la sexualidad femenina desde 1930 hasta los años 80. Sin salir de la sala, esta magnífica exposición muestra un relato difícil con final feliz. Las mujeres modernas de los años 20 y 30 iniciaron un proceso de emancipación que dio sus frutos con la llegada de la Segunda República en 1931. El derecho al voto, el divorcio, la presencia femenina en las aulas y la emancipación económica de la mujer hicieron de España uno de los países más avanzados de Europa.

Después llegó el golpe de Estado de 1936 para abrir un tiempo largo en el que el rapado y el aceite de ricino simbolizaron una doble explotación. La represión general en la política, se duplicó para la mujer al convertir su cuerpo en un campo de castigo. Con la agonía de la dictadura, las grietas de libertad –que siempre existieron frente a los dictados del poder–, lograron abrirse en un proceso de dignidad democrática. Aunque no desapareció el machismo, la lucha feminista dio sus frutos y se convirtió en uno de los motores principales de la transformación de España.

Sin salir de la sala, digo, el relato que forman los periódicos, las fotografías y los demás documentos tiene un final feliz. El problema es salir de la exposición, caminar por la calle y volver a una historia que sigue abierta, amenazadora, en manos una vez más del pensamiento reaccionario.

Mientras cruzo la ciudad, me pregunto las razones del Partido Popular para promover una ley del Aborto tan tradicionalista que ni siquiera conecta desde el punto de vista ideológico con la mayoría de su tejido social. En una sociedad tan consumista como la nuestra, en la que hasta los cuerpos y las sexualidades tienden a producirse como mercancía, no encaja un regreso desmedido a la cultura del nacionalcatolicismo. ¿Cuál es entonces la utilidad de esta ley?

Cruzo los jardines del Genil. Cuando yo era niño, las parejas de novios buscaban el atardecer de los castaños y los plátanos para robarle un beso a las costumbres decentes. Poco después aparecieron también los homosexuales. ¿Qué argumento, insiste mi meditación, tiene el PP para considerar de nuevo el cuerpo como un campo de castigo?

En primer lugar, desde luego, hay una constante del pensamiento antidemocrático. Si la democracia supone el control del poder público desde la ciudadanía, es decir, un viaje de abajo a arriba, el autoritarismo significa lo contrario, la obligación de bajar de lo público a lo privado para escenificar el control del poder. En el reparto de papeles del machismo, la mujer es el corazón de lo privado. Humillarla, someterla, imponerle su particular catecismo, es el signo más claro de la victoria.

¿Pero qué más? En segundo lugar, parece que el PP necesita medidas para tranquilizar y mantener en sus filas a la extrema derecha. El asunto del aborto es una de ellas, sobre todo si significa el sacrificio moral de Gallardón, un político que, con la ayuda de algunos medios de comunicación, representó por unos años el ala progre del partido. ¡Vaya ojo!

¿Pero qué más? En tercer lugar, la muleta del anticlericalismo ha sido siempre un buen recurso para torear el odio del pueblo. Pasamos por unos momentos en los que, de forma descarada, se escenifica la promiscuidad de la derecha con los bancos, las eléctricas y los grandes templos del dinero. El odio hacia estos templos empieza a pesar mucho en la sociedad. No viene mal desviar la atención hacia los viejos altares y, de camino, enmascarar con la sotana moral del clericalismo la vergonzosa relación pornográfica del PP y el dinero.

¿Algo más? Confieso que ya en la puerta de mi casa tengo delirios propios de un demócrata de izquierdas que lleva más de 30 años sintiéndose estafado por un sistema hipócrita. Y en mi delirio pienso que, de vez en cuando, el PP necesita echarle una mano al PSOE para que el bipartidismo siga justificando el voto útil de los españoles. Lo que el PSOE ha sido incapaz de promover con una verdadera renovación, se lo regala ahora el PP. Señores, somos tan bárbaros que les conviene votar al PSOE, la izquierda con aspiraciones de Gobierno. Si tienen que castigarnos, que sea con nuestro amor de toda la vida, nuestro enemigo más útil.

Yo, que soy granadino, recibí la maldición de la madre de Boadil desde la cuna: lloro como una mujer, ya que no he sabido defenderme como un hombre. Después de tantos años de vivir bajo sospecha, está justificado que pague con la misma moneda. Medito, sospecho, deliro.

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