viernes, 31 de enero de 2014

Asuntos de vida o muerte

La Infanta no tendrá que hacer el ‘paseíllo’ para llegar al juzgado

Andreu Manresa Palma de Mallorca 
El juez decano de Palma autoriza que Doña Cristina acceda en coche para declarar el próximo 8 de febrero

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No sé como agradecer a la prensa el alivio de este detallazo . Estaba yo en ascuas y viviendo sin vivir en mí por lo del paseíllo de la Infanta, fíjate tú; cada noche, hale, una infusión doble de valeriana, tila y amapola, para poder conciliar el sueño por culpa del dichoso paseíllo infanteril. Me daban las del alba preguntándome una vez y otra, y entre oveja y oveja del recuento: "¿Irá Cristina a pie como todo el mundo, o bien elegirá un purasangre de la real cuadra o una calesa goyesca o una Harley Davidson, para recorrer los metros que la separan de la plebeyez justiciera y preguntona? ¿O tal vez dispondrá de un discreto Mercedes protocolario, blindado y con cristales negros -por si a los abucheos les da por lo de siempre-, para acudir a su cita con la realidad monda y lironda, que tan poco tiene en común con la realeza?" Pues ya se ha resuelto mi duda cartesiana; gracias a la decisión de la señoría decana de Palma y a la crónca informativa esta noche voy a dormir como una bendita. Hay que ver lo se sufre con las dudas reales, jopé. Deberían ser dudas de mentirijilla, pero no, son reales, muy reales. Y así está una, que no da una. Noches en blanco  pensando en ese paseíllo posible, en el contoneo de SAR, que no es el Servicio Aéreo de Rescate, aunque coincidan las siglas, sino las inciales del pedigrí infantesco aplicadas a la filiación mayestática en este caso. Porque hay que ver cuánta infanta entre las tías -abuelas, las tías-tías y las sobrinas y sobrinas-nietas. 
Cuánta infanta y cuánto infante llevamos los españoles manteniendo a lo largo de nuestra historia, ¿verdad que sí? Cómo nos hemos pasado... Y teniendo en cuenta que "infante" sólo tiene dos acepciones semánticas que son la incapacidad para hablar, -en latín infans-tis, además de aplicarse al niño que aún no habla, o sea al bebé, se aplicaba al adulto que es mudo- y también para nombrar a los soldados de infantería, -vocablo que a su vez deriva del término italiano fantería que significa "servidumbre",   "in-fante" es el que está en la servidumbre-, no sé por qué se les colocan estos sambenitos a quienes de niños inocentes e inofensivos no tienen ni mijita y no han servido en su vida ni a nadie ni para nada serio; la verdad es que no me explico como la realeza española consiente que la "infantez" o "infantidumbre" se apliquen a los miembros de sus familias como si fuese un título maravilloso y estupendo que les distingue del resto de mortales capaces de hablar y de no caer en el servilismo.
Imaginemos la que se montaría si de repente comenzásemos a llamar a las infantas e infantes con el contenido verdadero de sus títulos: "SAR, 'la muda doña Cristina' o SAR 'la servil doña Elena', por ejemplo, o doña Leonor o doña cualquier cosa. Un despropósito digno de una sociedad palurda y analfabeta agarrada a sus tradiciones aunque no sepan lo que dicen, ni sus monarcas ni sus súbditos. Es parecido a lo que sucedía en la España católica pre-conciliar antes de que Juan XXIII hiciese que rezar en lengua vernácula fuese más natural y sobre todo entendible, que rezar en latín para evitar que por ejemplo cantando la Salve se dijesen cosas como "Salve rechina, matermi silicosis vitaducredo espernostra, Salve, ateclaramus, asulesfileve, atesus piramus, enmentes flerentes inalanimarun vale" o sea, Salve regina, mater misericordiae, vita, dulcedo, spes nostra, Salve. A te clamamus, exules filii Evae, a te suspiramus, gementes et flentes in hac lacrimarum valle". Pues lo mismo es lo de la infantez. Una barbaridad convertida en título real. Nunca sabremos si por ignorancia generalizada o por la sugerencia a mala leche de algún magister latinista hasta el moño de soportar a la realeza como alumna aunque no tuviese luces suficientes para distinguir la comparecencia en los juzgados, de presidir la inauguración de un mercadillo benéfico. Como ahora mismamente sucede. Es cosa del protocolo, nada más. Simplemente, no hay casuística ad hoc que oriente como afrontar el lance. Después de la jura de Alfonso VI en Santa Gadea de Burgos, ante Ruy Díaz de Vivar en el papel de Juez Castro, no se ha vuelto a tocar el tema. No por falta de ocasiones, que haberlas, uffff....sino porque todavía no existía internet y todo quedaba en casa, o sea, en palacio, donde todo va tan deshpacio para que nunca pashe nada. Lo único que parece volar es el pastón.

Afortunadamente para ellas/os, el pp que está en todo, ha nombrado a Wert ministro de educación y eso ha sido un gran respiro para la clase infanteril, que podrá seguir luciendo su rimbombante insulto minusvalorista como un título real, sin temor a que nadie que no haya cumplido demasiados años y estudios empecinados, averigüe y comente en clase de qué va la cosa. A partir de la LOMCE nadie podrá estudiar lenguas clásicas en el Bachiller y sin esa introducción, ¿quién se va a interesar por estudiar una carrera sin salida, estudios inútiles que sólo sirven para sacarles los colores a los entuertos linguísticos y bajar los humos de la ignorancia, poniendo etimológicamente a cada uno en su sitio? Con el porvenir que tienen las ciencias tecnológicas y el dineral que ganan los Bill Gates y los Steve Jobs. Ains.

Atando cabos y sopesando el impacto neurolingüístico del rango infanteril, se acaba por comprender la importancia absoluta del paseíllo susodicho. Menuda encrucijada en la vida de alguien catalogado como "mudo", "inmaduro como un bebé" o/y "servidor" de lo que haya alcanzado el grado de mandamás consuetudinario, sobre todo cuando se roza el medio siglo en años y no se puede escapar del peso del blasón porque no se conoce algo mejor que, a tenor de lo que estamos viendo y padeciendo, más parece un baldón que otra cosa. 

Hay que ponerse en la piel de SAR para poder comprender sus reparos a la hora de atravesar esa tierra media entre el coche que la lleva y la puerta giratoria de la imputación. Lo de Aizoon, el palacete, el enjuague compartido como esposa ejemplar y el trinque habitual en pareja es lo de menos, que para eso ya están los fiscales remangándose las togas y echándole al juez maldiciones gitanas a tutiplén. Pero eso son tontunas irrelevantes que no dan glamour. Lo que de verdad quedará en los anales de la historia será el paseíllo. Como si fuese Jesulín de Ubrique. O un desfile en la Pasarela Cibeles. O una pobre mujer que nació para ser humana de verdad, como todos, pero secuestrada por un apellido y unos genes, se quedó en infanta paseante, atascada en los balbuceos de un bebé o en el silencio empingorotado de una muda de lujo, a la que pagan por hacer teatro sin saber de quién es la obra que se representa, pero llevándose cruda la recaudación de la taquilla.

Yo por mi parte me he quedado tranquilisíma sabiendo que no habrá paseíllo. Me hubiese quedado igualmente apaciguada si lo hubiese habido. Sólo quería saber en qué quedaba la cosa para no tener que tomarme las hierbas adormideras. Porque la valeriana huele a rayos. ¡Lo juro por Pocoyó!

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