viernes, 24 de enero de 2014

A pesar de los pesares, o precisamente por ellos, la verdad nos hace libres

El Presidente de Bayer, una de las farmacéuticas más potentes del mundo, acaba de declarar que su empresa no fabrica fármacos para miserables indios tercermundistas y muertos de asco, sino para occidentales lustrosos y forrados. Y el personal se escandaliza. Sí, el mismo personal que está llenando los bolsillos de Bayer cada día como si sus remedios fuesen la panacea de todos sus males y no fuesen tóxicos, que aliviando síntomas por encima, no sólo no curan nada de verdad, sino que están envenenando tejidos y órganos, sangre y linfa, produciendo efectos secundarios más graves que los males que fingen "curar" y acabando con las defensas y la inmunidad de las víctimas paganinis, convirtiendo a los consumidores en consumidos por los mismos 'remedios' que les enferman de lo que aún no padecían hasta ingerir tan mágicos preparados. Y todo ello pensado y perpetrado con la misma sangre fría e indiferencia mucho más propias de una sociopatía generalizada por farma-psicópatas que por verdaderos hombres y mujeres de ciencia. Sólo hay que observar como se llevan a cabo los "protocolos" que desarrollan las minusvalías progresivas del exterminio. Y si no, miremos a nuestro al rededor y comprobemos empíricamente a cuántos enfermos curados de gravedad crónica conocemos que hayan sobrevivido y estén libres de secuelas, de "revisiones por si acaso" y de "recuerdos" periódicos de los venenos "para prevenir"...Primero habría que conocer el grado de acierto y de sinceridad en los diagnósticos. No es lo mismo que soporte la quimio una persona sana a la que han colgado el sambenito de paciente de un cáncer confundiendo síntomas y pruebas, que como lo padece un verdadero enfermo de ese mal, que por cierto la ciencia no acierta a descodificar y cada vez lo atribuye a diversas etiologías, porque sólo valora los síntomas físicos, pero desconoce por completo los poderes enfermadores de eso que tanto denosta: el efecto "placebo", en sentido contrario. O sea el poder de la propia mente humana y de las emociones que no controla. El poder de los traumas, heridas psíquicas sin curar, el poder del miedo, del odio, del rencor, de la frustración y de los complejos...y esos poderes incalculables malamente los pueden combatir ni la química a dosis letales ni la radioterapia a puntapala ni la quirurgia que corta por lo sano y luego lo achicharra...Una medicina que actúa sobre el hombre como fontanería, soldadura mecánica, desguaces,empalmes, prótesis y piezas de recambio, talmente como en un taller de coches o en una carpintería o en una fragua, no es medicina, precisamente, sino inquina desatada contra la misma especie del propio médico y farma-expendedor. Un suicidio a cámara lenta de todos. Esto no significa que la medicina y sus logros en el conocimiento orgánico, anatómico y fisiológico no sea valiosa, ni mucho menos, sino que le faltan muchos hervores para poder sanar de verdad a los pacientes y no sólo aliviarlos temporalmente con tóxicos y agresiones en varias modalidades que a la larga acabarán con ellos.  E incluso llegarán a inmunizarlos e insensibilizarlos contra esos "alivios", lo que empuja a los laboratorios a "perfeccionar" el cuerpo del delito, en vez de irlo eliminando del cuerpo humano y conseguir que ese  mismo cuerpo desarrolle sus defensas y su fortaleza naturales si no se le maltrata y se le impide mejorar haciéndolo yatrodependiente y adicto a las medicaciones más agresivas y destructoras. Perezoso existencial y manejable por cualquier sistema vivales y sin conciencia que se forre a costa de tanto dolor y sufrimiento como ignorancia. La medicina que ahora conocemos es muy útil  para accidentes y urgencias, reanimaciones, transfusiones e intervenciones muy puntuales, pero pésima para tratamientos de enfermedades internas, metabólicas, degenerativas, autoinmunes, alérgicas, exantemáticas, porque en el tratamiento acertado de este tipo de males, es imprescindible que sea el paciente quien decida si quiere correr el riesgo de curarse o depender para siempre, quien tome conciencia de su responsabilidad terapéutica, de su calidad de vida y en base a ello, decida como quiere vivir ese proceso de autoconocimiento que es la enfermedad de larga duración. Hacen falta médicos sabios, no sólo "especialistas en información" y acumuladores de nombres, datos y porcentajes científicos pero que emocional y psíquicamente no han evolucionado desde que salieron de la Facultad y por eso carecen de sentido crítico y están ciegos ante la barbarie de un sistema "sanitario" que está más cerca del Doctor Mengele o de Frankenstein que de Hipócrates o de Jung o de Ramón y Cajal. 

Una cara de la verdad es el cinismo de quien con la torpeza de su soberbia lo único que hace es delatarse públicamente con declaraciones que no son ninguna novedad para nadie, como es el caso del director de Bayer. Hay que estar ciegos para no ver la realidad del genocidio macrofarmacéutico. El gota a gota de las enfermedades yatrogénicas, literalmente: enfermedades causadas por el médico (en griego iatrós = médico y genikós=origen) y otra cara de la verdad es que esas declaraciones están originadas por un motivo que a la prensa de nuestras alarmas diarias no le ha llamado la atención por lo que se ve: la India ha conseguido elaborar los fármacos específicos y genéricos de la farmacopea occidental con la misma composición química y los mismos efectos "curativos" y sobre todo "aliviadores momentáneos", como es ese estilo de terapia entrópica, pero con un precio infinitamente más barato. No por casualidad hace unos años en Nueva Delhi, recién puesto en marcha ese sistema productivo abaratador, se produjo un atentado "terrorista", -como siempre que algo molesta a los macro intereses-, que destruyó edificios y laboratorios y mató de paso a un montón de personas y es que los indios habían conseguido fabricar un potente retrovírico anti-sida, con los mismos componentes que los preparados occidentales, sólo que a menos de la mitad de precio y estaban revolucionando el mercado y dejando al aire el lucro y la avaricia sin escrúpulos del maravilloso "primer mundo".
Descubrir la verdad de un engaño a nivel planetario no debería considerarse  ninguna amargura sino una fortuna. Y el billete para salir del agujero del engaño y rastrear otras vías mejores y nuevas para solucionar los males que esa mentira generalizada agranda y multiplica convirtiendo la enfermedad humana en su negocio más próspero. La amargura verdadera debería ser, y es, que esos enjuagues repugnantes estén sucediendo de tapadillo y que se vendan como el recolmo de la última investigación, que no se sepan sus orígenes ni se pueda poner remedio a sus terribles abusos y consecuencias, porque los consumidores están convencidos precisamente por la publicidad y la "fabricación del consentimiento", como la define Chomsky,  de ser unos "privilegiados" cobayas de laboratorio de lujo, que pueden acceder por medio del dinero a los más refinados y sibilinos métodos de enfermar para siempre y dar como bueno y estupendo el hecho de sobre-vivir -o más bien sobre-morir- medicados e intoxicados durante muchos años, malviviendo a ralentí, no por la enfermedad primera, sino por el tratamiento sempiterno devastador y ruinoso, que va cambiando de preparados según las investigaciones van sofisticando más y más el sadismo experimentador que ha hecho millonarios a sus verdugos y engañadores , y a ellos sus esclavos mantenedores con su sufrimiento, su tiempo  y su dinero.
Por eso ver y reconocer la verdad de este timo global y transustanciado en convencimiento y "fe" en una "ciencia" que sin ética y sin conciencia ha perdido la "s" original -de scientia, -cum-scientia-, nos lleva a la libertad, nos recuerda y nos devuelve el derecho al libre albedrío para cambiar de onda, de mentalidad, de percepción y de opciones, para perder el miedo a alejarnos de la dependencia, de las milongas que venden "salud" para enfermar porque han hecho un emporio y una forma de vida con el dolor y el sufrimiento. Si cambiamos, si nos hacemos cargo de nuestra salud diaria -que es lo que deberían enseñar los médicos- las enfermedades,  sobre todo las crónicas que son un chollo rentabilísimo en fármacos, hospitales, vacunas, quirófanos, aparatos, radiaciones, tacs, scanners, quimios, etc., desaparecerían. ¿Qué sería entonces del imperio del fármaco y sus alrededores? Por cierto, que en su origen griego esta palabra, farmakós, tiene doble significado: pócima y veneno)  

Ya que el delito existe de verdad en su mentira, agradezcamos pues el arranque de rabiosa y cínica sinceridad de 'Herr Bayer' & Company, actuando respecto a los laboratorios indios como la zorra de la fábula de Esopo con las uvas. "Bah, esa porquería tan barata (tan alta en decencia) está muy verde para las habilidades cognitivas (tan bajitas y por los suelos) de nuestros  clientes vips, a los que les cobro diez veces el precio que los desharrapados indios pagan por la misma composición. El glamour siempre es glamour y no es lo mismo pagar 200 euros que pagar cinco rupias por la misma mierda, ni morirse más solo que la una en un gran hospital recortado en personal, pero, eso sí, tratado como un marqués y enchufado a una máquina hasta que se desconecta porque ya no se puede pagar el recibo de la luz hospitalaria, que morirse de una simple y vulgar cagalera a las orillas del Ganges  rodeado de las paparruchas inútiles de una familia de poca monta y pesadísima en sus muestras de afecto y cuidados tan poco higiénicos como se ve en las pelis de Bolliwood. Gracia$h a nue$htro dio$h todopodero$o y a $u religión exclu$hiva-excluyente, tan igualitaria y genero$ha, todavía hay cla$he$h y lo que te rondaré morena...faltaría má$h!'




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