miércoles, 26 de septiembre de 2012

RAJOY Y EL SILENCIO DE LOS CORDEROS


Rajoy homenajea a "la mayoría de Españoles que no se manifiesta"

Desde Nueva York, el presidente del Gobierno hace oídos sordos al clamor ciudadano y asegura que todos ellos trabajan para un gran objetivo nacional.

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Imagino que la miopía de Rajoy está haciendo estragos en su capacidad visual. Está claro que en ningún momento se ha asomado a la calle para ver las manifestaciones multitudinarias que se están multiplicando desde que él des-gobierna y no sabe que precisamente los españoles que no se manifiestan son una minoría. Se quedaría de piedra si escuchase en cualquier manifestación los comentarios de personas que votaron al pp y estaban de acuerdo con sus propuestas antes de la debacle. Y le daría un patatús si en un manifiesto final de trayecto, un ponente comentase "el pp es una mafia que se dedica a la política para medrar y llenarse los bolsillos, como la trama Gürtel" y de entre los miles de manifestantes saliesen voces diciendo: "No todos somos así, también muchos del pp somos honrados y por eso nos manifestamos en contra de su modo de gobernar" y a continuación un aplauso unánime de todos. 
Y además está consiguiendo con su obtusez y las órdenes del palo y tentetieso a la policía, que los pocos que no se implicaban lo acaben haciendo. No se puede ser más torpe. Se infectan las manifestaciones de violentos encapuchados, se amenaza, se oprime, no se escucha, no se sabe dialogar. Es cierto que la iniciativa del 25-S ha sido sospechosa desde su convocatoria tan poco democrática y sui generis, que podría haber sido sólo una anécdota, pero ellos, el pp, la han engrandecido, la han acosado y amenazado tanto que están consiguiendo el efecto contrario; tanto se ha insistido en demonizarla desde el poder que está dando la impresión de que los promotores hayan sido ellos, para crear problemas de orden público y tener la "obligación" de solucionarlos a leches salvajes. 
Es normal que ante su incapacidad comunicadora, Rajoy alabe el silencio y la docilidad borreguil del rebaño imaginario. Ése que seguramente cuenta en sus noches de insomnio.

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